En el mundo de hoy difícilmente podamos encontrar algo más dudoso que el propio concepto de verdad. Cualquier enciclopedia nos dará una docena de criterios filosóficos de verdad, pero ninguno nos servirá de mucho, porque vivimos en un mercado cultural que ofrece verdades para todos los gustos, a cual más relativa.
Los antiguos, que no estaban tan alejados como nosotros de la realidad sensible, no dudaban en definir a la verdad como “la adecuación de la cosa al intelecto.” Para ellos, algo era verdadero si podíamos comprobarlo con nuestros sentidos. Si me decían que afuera estaba lloviendo, no tenía más que asomarme para verificarlo. Pero hoy, si la TV dice que va a llover, no deja de ser cierto aunque no llueva, porque hablamos de algo tan abstracto como la probabilidad. Y si la TV me informa que en Ruritania ganaron los Buenos, no viajaré hasta allá para cerciorarme. A lo sumo miraré que dice un medio más cercano a los Malos, pero en general, confiaré en la información que recibo. Claro que hasta cierto punto, porque si alguien de mi red social me dice que todo eso es mentira, puedo llegar a pensar que está mejor informado que yo. El problema es la creciente dificultad que tenemos para distinguir los hechos de las ficciones. Desde siempre el arte ha tratado de imitar, cuando no de emular, a la realidad, pero de eso ahora se encarga la tecnología, que puede crear ficciones cada vez más realistas. A medida que nuestro mundo se virtualiza la información se va haciendo menos confiable Ya hablamos de posverdad, de fake news, de ficciones documentales y hasta de “hechos alternativos”. Hay relatos ideológicos irreconciliables que se aceptan por un acto de voluntad más que de racionalidad: sólo admiten una mínima dosis de realismo.
El término virtual, que antes usábamos para designar lo aparente, ha cambiado de sentido: ahora alude a “algo que no existe físicamente, pero se manifiesta gracias al software.” Los límites entre lo real y lo ilusorio son cada vez más imprecisos, y tenemos la realidad virtual, que si no es la realidad misma, es la mejor mentira disponible.
De cosas como simulacros, ficciones, ilusiones, mentiras, fraudes, engaños intencionados e ilusiones pertinaces, trata este libro. Desde ya, el autor no pretende administrar la verdad sino sólo ayudar a protegerse del engaño.
Pablo Capanna, 2021
Contenido
FICCIONES Y MENTIRAS
Desinformándonos
Los tramposos de la ciencia
La trivialización del plagio
LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA
Las ciencias del Superhombre
-Tierra adentro
-Oscilaciones
-Hielo y Fuego
-La piqueta de Thor
El hombre antediluviano
El sospechoso hombre-mono
La patria de los fósiles
MENTIRAS DESHONROSAS Perpetuum mobile Nature vs Nurture
-El coleccionista de gemelos South
-Pacific
AMBIGÜEDADES
Pompas de jabón
-La tulipomanía
-La quimera del Sur
No culpen a Platón
Los amigos impresentables
-El amigo de Isaac
-El amigo de Albert
Las cuasi-leyes
Brujas, magos y doctores
-El inquisidor
-El escéptico
La comisión investigadora
Historia de ocultamientos
-La incertidumbre de Heisenberg
-El des-ocultamiento de Heidegger
ALLEGRO, FINALE
Las artes de la impostura
-Arqueología de la copia
-La simulación en la lucha por la vida
-Enanos y gigantes
Leer capítulo:
Desinformándonos
Como tantas otras cosas, a la fórmula “la imagen no miente” se la atribuyen a los chinos. Es común invocarla en defensa de la credibilidad de los medios. Pero por más evidente que parezca, está lejos de ser válida ni siquiera en el caso de las artes figurativas. La más realista de las pinturas no deja de ser una ficción. Es algo que sólo Platón se atrevió a tildar de mentira, pero tampoco es una copia de la realidad.
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