
A casi cuarenta años de su muerte, la fama de Philip K. Dick ha crecido tan desmesuradamente como la trama de una de sus novelas. Dick es uno de los pocos escritores de la ciencia ficción que no necesitan ser presentados, porque trascienden al género. Para muchos, él es quien mejor lo representa.
Durante buena parte de su vida, Dick fue una especie de Kilgore Trout, ese mítico folletinero que imaginó Kurt Vonnegut. Lo seguían miles de fieles lectores en todo el mundo, a pesar de estar recluido en la marginalidad cultural de un escritor “de género”.
El azar, más que la perspicacia de la crítica, lo incorporó al canon cuando recién estaba entrando en la madurez. Su obra generó una copiosa bibliografía académica, mereció varias biografías y ensayos que lo convirtieron en una suerte de clásico posmoderno.
Películas como Blade Runner de Scott, Total Recall de Verhoeven, Minority Report de Spielberg o Screamers de Duguay, alimentaron su fama. Existe un premio Philip K. Dick, una sociedad Philip K. Dick e infinitos grupos que le rinden culto. En su nombre se convocan seminarios y congresos.
También existe un “mito Dick”, nacido de la devoción de sus lectores y de la difusión que tuvieron sus entrevistas, su correspondencia y los textos de su diario filosófico. Sus experiencias “místicas” y sus incursiones en el esoterismo parecen haberlo convertido en algo más que un escritor: a esta altura de las cosas, se diría que es casi el profeta de un nuevo culto.
Paul Williams lo juzgaba merecedor del Premio Nobel, y sostenía que había influido más que Faulkner o Mailer en la conciencia del siglo XX. Patrice Duvic decía que Ubik era uno de los libros más importantes que jamás se hubieran escrito. Jay Kinney y Art Spiegelman lo pusieron a la altura de Kafka. Jean Baudrillard lo elogió, y Ursula K. Le Guin llegó a compararlo con Borges.
Nuevas generaciones de escritores le rindieron homenaje. Michael Bishop escribió una ingeniosa novela (Philip K. Dick is Dead, Alas! 1988) en la cual Dick es un Salvador que vuelve de la muerte para redimir el mundo. Scott Apel afirmaba que Dick se le aparecía en sueños y le comunicaba sus intervenciones en la política internacional, por cierto no muy exitosas. Como el mundo se vuelve cada día más dickiano, no faltará quien le atribuya la caída del Muro de Berlín o el atentado a las Torres Gemelas.
En el tiempo que vivimos, el vacío que nos dejó el agotamiento de las ideologías del progreso tiende a llenarse de irracionalidad seudocientífica y seudorreligiosa. Con Dick, la ciencia ficción, quizás uno de los más influyentes mitos del siglo XX engendró su propio mesías, haciendo de un notable escritor un nuevo gurú y convirtiendo una obra literaria inquietante en una suerte de corpus doctrinario.
No faltan quienes lo reivindican para lacausa de la New Age, a pesar de que su triste y prematuro final no es precisamente un ejemplo de salud holística ni de armonía con el cosmos. Dick es citado en obras académicas sobre el gnosticismo y ensalzado por Terence McKenna y otros teóricos de la New Age. Sin duda, Dick fue uno de los patriarcas californianos de la “nueva espiritualidad” contracultural. En su obra (y en su vida) estuvieron presentes todos los temas que luego saturarían las librerías.
En estas páginas no me propuse tanto explicara Dick como comprenderlo. Quise pasar revista a sus peripecias espirituales, con énfasis en los últimos años de su vida. Usé sus textos como pretextos y me apoyé en el trabajo de los biógrafos más rigurosos.
Creo que Phil hubiera sido indulgente con este intento, aunque no estoy muy seguro.
La primera versión de este texto apareció en 1995 con el sello de Almagesto. La siguiente y definitiva que publicó Cántaro en 2006. Esta es la que retomamos hoy, con las necesarias revisiones.
Pablo Capanna, 2020
CONTENIDO
Introducción
VIVIR EN LA DESMESURA
Una historia casi clínica
Paperback Writer
Fase política (1951-1960) 19
Fase metafísica (1961-1970)
Fase mesiánica (1970-1981)
Un sincretismo californiano
VINO VIEJO EN ENVASES DESCARTABLES
Falsificaciones, apariencias, ilusiones
Entropía y Caritas
Dioses y demiurgos
Salvator Salvandu
EL ALMA ESCINDIDA
“VALIS”: el apocalipsis de 1974
Exégesis
“No hubo inmediata respuesta”
Entre la gnosis y la psicosis
Farmacopea
Phil & Jane
La mente dickiana
La Gnosis: una novela metafísica
APÉNDICE
Crítica androide y crítica empática
Obras de Philip K. Dick
Entrevistas
Biografías
Bibliografía
LEER CAPÍTULO:
Vivir en la desmesura
Edizesámen hemeautón (“anduve buscándome a mí mismo”)
Heráclito, Fragmento 101
Corría el año 1946, y en Berkeley (California) había un adolescente llamado Philip K. Dick que trabajaba en un taller de radio y electricidad para costearse los estudios. Un día, mientras estaba barriendo el piso con desgano, experimentó su primer asombro filosófico.
Dirigiéndose a los parlantes desarmados de uno de esos voluminosos tocadiscos que entonces se usaban, preguntó en voz alta si el disco que uno escuchaba era realmente “música” o más bien una simulación de la “verdadera” música; esto es, el sonido que producen los instrumentos.
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